I Domingo ADVIENTO / C / 2021

Leer la Palabra de Dios

Leer la Hoja Dominical

 

 

Lectura espiritual

EL PADRE (2). Todo es uno y ese uno es amor

Padre nuestro que estás en los cielos, SANTIFICADO SER TU NOMBRE; VENGA TU REINO; HÁGASE TU VOLUNTAD así en la tierra como en el cielo. Nuestro pan cotidiano dánoslo hoy; y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores; y no nos dejes caer en tentación, más líbranos del mal. (Mt 6,9-13)

La oración silenciosa no siempre es fácil y, con frecuencia, para

Padre nuestro que estás en los cielos, SANTIFICADO SER TU NOMBRE; VENGA TU REINO; HÁGASE TU VOLUNTAD así en la tierra como en el cielo. Nuestro pan cotidiano dánoslo hoy; y perdónanos nuestras deudas, así como nosotros hemos perdonado a nuestros deudores; y no nos dejes caer en tentación, más líbranos del mal. (Mt 6,9-13)

En sus enseñanzas, Jesús no dice que a Dios haya que llamarle simplemente Padre (origen, manantial, principio…), sino Padre nuestro. Si hay un Padre común ( una Fuente del ser), la conclusión es que todos somos hermanos (y ello con independencia de que seamos o no conscientes de esta fraternidad universal). Que la palabra Padrenuestro se escriba toda seguida significa que la experiencia de Dios como Padre y la del prójimo como hermano es en esencia la misma: descubrirse unido a Dios es descubrir que todos somos una familia.

Claro que hoy hemos matado a nuestros padres y profesores, nos hemos independizado de ellos, poniendo en crisis la institución familiar y cualquier principio de autoridad. La consecuencia es que casi nadie se siente en estos tiempos hijo o discípulo, es decir, que apenas existe un verdadero reconocimiento de la sabiduría de nuestros mayores. Más que al pasado -que enterramos con facilidad-, la mirada se dirige hoy hacia el futuro, en especial hacia los nuevos descubrimientos científico-técnicos, que presumiblemente nos conducirán a una vida mejor. Hoy se asocia ser hijo o discípulo con depender más que con amar. Pero si no somos hijos, lo cierto es que no podemos, evidentemente, ser hermanos. Y es así como el olvido de origen nos convierte en una sociedad que se precipita hacia el futuro a un ritmo creciente y vertiginoso. Esto es lo que nos incapacita para ver y escuchar de verdad, y para sentir y comprender que todos somos uno porque todo empezó con Uno.

(Inspirado en el libro: Biografía de la luz, de Pablo d’Ors)