Asunción de María y XX Domingo del tiempo ordinario

Leer la Palabra de Dios, Asunción de Maria

Leer la Palabra de Dios, Domingo XX

Leer la Hoja Dominical

 

Lectura Espiritual

Pero, ¿qué texto meditar? ¿Es bueno llevar una secuencia  ̶ por ejemplo, leer cada día un capítulo del Santo Evangelio ̶ , o es mejor acudir a un pasaje concreto? Hay algunos especialmente entrañables, como el de la pecadora que lava los pies a Jesús, o el capítulo 17 de san Juan. ¿O un salmo? Podríamos tener un elenco de salmos preferidos. ¿O aprovechar las lecturas de la Misa de cada día? Cada uno podrá proceder como mejor le parezca. Lo importante es que, al final, sea cual sea la elección, los textos nos hablen.

Para eso se requiere paciencia. No podemos esperar que nos hablen de inmediato. Tendremos que comenzar por recogernos, silenciar nuestras pasiones, acallar la memoria y la imaginación. Relajarnos, sin pensar en lo mucho que tenemos que hacer ni en los mensajes que en ese lapso nos llegan al teléfono móvil. Y pedir el don de lo Alto, porque se trata de una palabra más que humana. Leemos con pausa el texto que hemos elegido para la lectio, abriendo nuestra mente y nuestro corazón a lo que ahí se recoge (algo así como la carta que el enamorado ausente envía a quien ama, y que esta debe conocer el contenido, sí, pero también la situación anímica, el cariño, la intención, leyendo entre líneas cuanto refleja el corazón del remitente). «Aprende a conocer el corazón de Dios en su palabra  ̶ dice san Gregorio Magno ̶ , para que llegues a suspirar más ardientemente por las cosas eternas, y la mente te arda con mayor deseo de los goces celestiales».

 Vendrá luego la meditatio que, como dijimos, más que una reflexión es casi una actividad física: repetir, rumiar, mascullar entre dientes las palabras que deseamos hacer nuestras. No hay que cansarnos pensando que de ahí nada extraemos, porque muchas veces un versículo, a fuerza de ser rumiado, comienza poco a poco a destilar su sentido profundo. Dijimos antes que la materialidad de nuestra masa cerebral está penetrada por el Espíritu.

Entonces la oratio nos permite escuchar las respuestas divina: ¿Qué luz me hizo vislumbrar Dios con esta palabra? ¿Capté el contenido de su Corazón para mí? Entonces podremos quizá anotar lo percibido en alguna libreta  ̶ que conservemos solo para tal efecto ̶ , y sabremos que ese activo podrá ser muchas veces ser vuelto a emplear posteriormente, pues los dones de Dios permanecen sin arrepentimiento. Nos habremos enriquecido con su Palabra, y Él se sentirá muy complacido de que, ¡por fin!, alguien quiso saber algo de lo mucho que deseaba comunicarnos con aquello.

Monseñor Fernando Ocáriz invita a acercarse al Evangelio con cariño. De ese modo  ̶ apostilla ̶ , acabaremos por respirar con él.

Leer el Evangelio con cariño nos ayuda a crecer en la amistad con Jesús, «de la que todo depende»: a «buscarle, encontrarle, tratarle, amarle».  Al contemplar la vida del Señor, Dios siempre nos sorprenderá con luces nuevas. Aunque a veces pueda parecer que esa lectura no deja huella, después viene a los labios o al pensamiento las palabras de Jesús, sus reacciones y sus gestos, que iluminan las situaciones ordinarias o menos ordinarias de nuestra vida. Se trata  ̶ y es un don que pido al Señor para todos ̶  de que respiremos con el Evangelio, con la Palabra de Dios.

Ricardo Sada; Consejos para la oración mental