Diumenge XXXII durant l’any

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Lectura Espiritu
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Si nuestro corazón es joven -corazón de niño-, una oración nunca será igual a otra, aunque sea la misma. El niño se despierta por la mañana esperando siempre algo bello del nuevo día. Esta misma disposición nos la pide Dios, hasta la muerte. Quien cree que la Providencia divina y la inspiración del Espíritu Santo permanecen para siempre, entonces cada plegaria -aunque sea la enésima vez que se repita-, encerrará un nuevo sentido, un nuevo amor. Porque para ella recibimos una gracia de Dios recién inaugurada, y Dios está siempre dispuesto a acoger nuestra nueva correspondencia.

La repetición es, pues, de los niños. Y también los enamorados, a quienes no les basta decir una sola vez: Te amo. Quieren decirlo y oírlo muchas veces, y siempre encontrarán en esa frase un nuevo encanto y un nuevo aliento. Dios, que está enamorado de nosotros, se esconde detrás de cada uno de nuestros latidos diciéndole a nuestro corazón: Vamos, otra vez, al tiempo que va diciéndonos Él a cada uno de nosotros te amo, te amo, te amo… en cada uno de tus latidos. Ámame tú en cada uno de tus instantes, aunque me digas lo mismo, porque no es lo mismo, como Yo con los latidos, que nuca son los mismos.

Es, pues, perfectamente legítimo emplear esos sencillos recursos que alimentan nuestra oración. Y una razón más, decíamos, que justifica la oración repetitiva es la de mantener la duración del amor. San Josemaría hablaba de echar las ramas y la hojarasca de pequeñas oraciones vocales, de jaculatorias, que sigan alimentando la hoguera, cuando la atención y la inspiración no dan para más.

Eso será particularmente útil al entrar en espacios vacíos: esperas prolongadas, noches de insomnio, soledad de la vejez, la sordera… o por encontrarnos con un cansancio mental mayor, o con turbaciones anímicas. La repetición irá proporcionándonos sosiego, y alcanzaremos recogimiento. Y tendrá también la ventaja de írsenos convirtiendo en una especie de hábito, una segunda naturaleza que nos permitirá rellenar con presencia de Dios los tiempos muertos: la convalecencia de una enfermedad, los congestionamientos de tráfico, el traslado de una habitación a otra, el andar por la calle o por el campo…

Estas expresiones breves y repetidas pueden adquirir muchas modalidades: el versículo de un salmo, una expresión de alabanza o de agradecimiento, la manifestación del ansia de unirnos a Jesús repitiendo comuniones espirituales, las jaculatorias tradicionales o inventadas… Nos detendremos ahora en dos ejercicios de oraciones repetitivas: la del nombre de Jesús y el Santo Rosario. (Pero eso queda para el próximo día).

Ricardo Sada
Consejos para la oración mental