DIUMENGE XXIV durant l’any / C / 2022

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Una mirada artística a l’Evangeli del Diumenge, un gentilesa de l’Amadeu Bonet, artista.

 

Lectura Espiritual

EL FUNCIONARIO REAL (Jn 4,46-54)

Todo es ocasión para el bien

Quien aquí pide socorro es un funcionario real. Hay algo que no te resuelven los reyes de este mundo. Las heridas del alma no se pueden resolver: el pensamiento y la acción son del todo inútiles ante ellas. Para sanar lo más profundo es preciso un trabajo espiritual: acudir a la raíz, a la fuente. Saber que no se trata de planificar o ejecutar, sino más bien de ponerse a disposición con toda humildad. Saber que el milagro que pides para otro no puede realizarse sin que tu propia vida dé un giro radical.

Normalmente queremos resolverlo todo nosotros. No estamos dispuestos a esperar con paciencia la solución, sino que tendemos a forzarla. Queremos ajustar el mundo a nuestra idea de lo que debería ser. Sólo implora de verdad quien renuncia a ser el protagonista de la solución.

Quien pide ayuda, además, no la pide para sí. Sino para su hijo, lo que más ama en este mundo. Un milagro sólo debería ser posible si respeta esta condición: no pedir para sí, sino para el ser amado y para el ser necesitado. Y si pedimos para los otros y para el futuro de la comunidad. De un germen egoísta no puede brotar un fruto milagroso. Si te preocupas por los otros, Dios se preocupará por ti. Si te preocupas por ti, en cambio, Dios comprende que tu no lo necesitas y que ya velas tú por ti mismo y por lo tuyo.

Como el funcionario, también nosotros nos ponemos en marcha sólo porque lo que amamos está en peligro de muerte. Sólo vuelves a casa cuando se te está muriendo tu niño. Mientras las cosas nos van bien, permanecemos en la superficie. Al centro, a lo hondo, sólo recurrimos cuando nos damos cuenta de la escasa fiabilidad de nuestro mundo.

Si no veis prodigios y señales, no creéis, se lamenta Jesús. Tiene razón: resulta lamentable que defendamos la vida sólo cuando la sentimos amenazada, que necesitamos ver para creer, que no nos demos cuenta de que hay que creer para ver. Que no comprendamos que la fe es una visión: una manera -hermosa y justa- de ver el mundo.

Jesús no se dedicaba a curar sin más a todos los desamparados que veía malheridos. Al quitar un peso al sufriente, pretendía indicar que existe un poder más fuerte que la enfermedad, la injusticia o la muerte. Jesús quería que todo lo que él hiciese fuera un signo y una enseñanza. Porque no necesitamos sólo el bien, sino comprender que todo es ocasión para el bien.

El funcionario insiste. Sin insistencia no hay milagro. El milagro es la consecuencia de una fe mantenida. Tu hijo vive, le dice entonces Jesús. Todo está bien. Necesitamos que alguien nos diga esto para creerlo. Pero alguien que realmente se lo crea. No creemos por desesperación -como tantos piensan-, sino por sabiduría: nuestra profundidad conoce cosas que ignora nuestra superficie. Reconfortado en la fe, este funcionario real se pone en movimiento. Sólo la fe nos pone en marcha; y nos pone siempre en el camino de casa, a nuestra vida cotidiana.

El funcionario iluminado, feliz por la curación de su hijo, irradia su iluminación a su familia. El bien es difusivo. La salud del hijo se despliega en salud para todos los que le rodean. Es imposible hacer el bien a una sola persona: amar a alguien es la manera de amar a todos.

 Pablo d’Ors, Biografía de la luz