Diumenge XVI durant l’any / A / 2017

La Paraula de Déu

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Lectura espiritual

¿Por qué teméis? (Mc 4,40)

Me apasiona la delicadeza de Jesús con nuestra libertad para que lleguemos solos a la respuesta, sin imponerse ni aplastar a nadie.

El segundo don consiste en estar seguros de que en cuanto a creyentes, en cuanto a Iglesia, pertenecemos a un sistema abierto y no cerrado, bloqueado o definido. Un sistema abierto donde haya espacio para la libertad y para nuevas adquisiciones […].

Estamos llamados a “caminar en la verdad” (2Jn 4), somos “los del camino”; es el primer nombre de los cristianos en los Hechos de los Apóstoles (cf. 9,2), parte de un proyecto que florece y madura, “fructifica y se desarrolla” (Col 1,6).

Si eres un hombre libre, puedes ponerte en camino. Dichosa la persona que lleva caminos en el corazón (cf. Sal 84,6).

Si los cristianos, como dice Pablo, son aquellos que realizan la verdad en el amor (Ef 4,15), significa que la verdad está encaminada, es un devenir, un crecer, un encarnarse progresivo.

Nosotros somos los que realizamos la verdad en el amor: nosotros, no yo. La verdad es sinfónica (Hans Urs von Balthasar) y comunitaria, y está en camino, en sínodo; es un camino que recorremos juntos.

La experiencia de pertenecer a un sistema abierto, encaminado, que espera nuestra aportación, es el don que nos hacen los profetas de todos los tiempos. Como creyentes no somos ejecutores de órdenes, sino inventores de caminos; no somos obreros a las órdenes de un patrón, sino artistas inspirados por el Espíritu (Jaques Maritain).

Seamos inventores de caminos en el sol, que nos lleven a los unos hacia los otros y juntos hacia Dios.

Hemos empobrecido el rostro de Dios, a veces lo hemos vuelto mísero, relegándolo a hurgar en el pasado y en el pecado del hombre y la mujer. Hemos hecho de él quizá un Dios al que se venera y adora, pero no a alguien implicado e involucrado, que ríe y que juega con sus hijos en los cálidos juegos del sol y del mar. Todo el mundo busca a un Dios que se implique.

Dios puede morirse de aburrimiento en nuestras iglesias. “Cristo, muerto por nuestras tristísimas homilías” (David Turoldo). Devolvámosle su rostro solar, un Dios que gustar y gozar, un Dios deseable. Será como beber en las fuentes de la luz, en los límites del infinito.

¿Qué buscáis? ¿Por quién camináis? Camino por alguien que hace feliz mi corazón.

Ermes Ronchi, Las preguntas escuetas del evangelio