DIUMENGE XIV durant l’any / C / 2022

La Paraula de Déu

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Una mirada artística a l’Evangeli del Diumenge, un gentilesa de l’Amadeu Bonet, artista.


Lectura Espiritual

LA ELECCIÓN DE BARRRABÁS
Cada día elegimos   nuestro destino

Por la Pascua acostumbraba el gobernador soltar un prisionero, el que la gente quisiera. Tenían entonces un prisionero famoso llamado Barrabás. Cuando estaban reunidos, les preguntó Pilato: ¿A quién queréis que os suelte?, ¿a Barrabás o a Jesús, llamado el Mesías? … Entretanto los sumos sacerdotes y los senadores persuadieron a la gente para que pidieran la libertad de Barrabás y la condena de Jesús. El gobernador tomó la palabra: ¿A QUIÉN DE LOS DOS QUERÉIS QUE OS SUELTE? Contestaron: A Barrabás (Mt 27,15-17; 20-21)

Barrabás es una palabra compuesta de Bar (hijo) y Abba (padre), es decir, que el nombre de aquel delincuente condenado a muerte significaba hijo del Padre. No puede ser casual que a la multitud enardecida se le dé a elegir entre un hijo del padre, tan pacífico como un cordero, y otro que es un guerrillero, cabecilla de la última sedición. La alternativa se plantea, por tanto, entre dos figuras mesiánicas, entre el poder del mundo y el del espíritu.

¿De dónde esperamos nosotros que nos llegue la solución? ¿De la fortaleza de las armas o de la debilidad del testimonio? ¿De la acción o de la pasión? ¿Desde arriba o desde abajo? ¿Puede la muchedumbre dudar un segundo entre un predicador que propone la abnegación y un caudillo que ha liderado un levantamiento contra el poder opresor? Aquí no se trata de elegir entre el bien y el mal (eso sería demasiado fácil), sino entre dos formas distintas -y opuestas- de ir hacia el bien. Los judíos no tuvieron dudas, según sabemos. Tampoco nosotros las tenemos casi nunca.

Jesús no intercambia ni una palabra con el hombre cuya vida salva gracias a la suya. Sus existencias se han cruzado, de forma en apariencia casual, en el balcón de la sala del procurador: ambos han luchado por la liberación, ambos han creído en su pueblo; pero ahora, cuando sobre los dos pende la condena capital, sus destinos se separan -en coherencia cada uno con su propia fe-.

Nuestro propio destino también toma un derrotero u otro según cuál sea cada día nuestra elección: lo aparente o lo escondido, la gloria o el servicio, Jesús o Barrabás. No es fácil escoger lo pequeño y hasta lo diminuto ante la majestuosidad de lo grande. Porque la fe en lo pequeño no es espontánea. No es fácil salir de la escena cuando te aplauden.

Durante la práctica del silencio -no exenta de peligros- el contemplativo está continuamente sometido a esta alternativa: o se queda en la pobreza de una sola palabra -la jaculatoria- o se va tras el brillo de muchas; o fija su atención en un único punto -el corazón- o permite que su imaginación le lleve a todo tipo de paraísos; o se queda quieto, a la espera de quién sabe qué airecillo del espíritu o se mueve y va a lo seguro.

El movimiento es un instinto; la quietud, una elección. La acción es necesaria; la contemplación, gratuita. Barrabás -el poder, la seguridad- es siempre la posibilidad más clara. En la vida, como en la contemplación, estamos siempre bajo el balcón del pretorio, en una encrucijada.

Pablo d’Ors, Biografía de la luz