Diumenge XIII durant l’any / A / 2020

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Lectura Espiritual

La contemplación estaría integrada por los siguientes elementos:

       – 1º, una acción especial de Dios, es decir, un don, una realidad infusa.;

       –  2º, por lo mismo, una actitud del hombre receptiva, lo que podría llamarse pasividad activa;

        – 3º, su dinamismo es el amor, por encima de cualquier otra consideración, ya que se trata del encuentro de dos personas en lo más íntimo de ellas, el corazón;

        – 4º, que va ilustrando, es decir, va haciendo sabio al sujeto, al tiempo que lo va enamorando, pues no se trata de un conocimiento aséptico, sino unitivo.

Todos los hombres están llamados a la experiencia contemplativa. El germen de la vida divina depositado en el bautismo lleva, en su pleno desarrollo, a la cumbre de la oración. Es un corolario de su inserción en el misterio de Cristo: «Lo que dios desea es llevar a todas las almas a la unión». Queda, pues, incluida en el misterio de la santidad, y es enseñada por los grandes maestros del espíritu. Manifestación privilegiada de la buena salud de un organismo espiritual, tal como expresó san Paulo VI:

«Clavar en Él [Jesús] la mirada y el corazón que llamamos contemplación viene a ser el acto más alto y más pleno del espíritu, el acto que aún hoy puede y debe jerarquizar la inmensa pirámide de la actividad humana».

Es triste comprobar, sin embargo, que no son muchos los que se decidan a intentar este ápice de la experiencia oracional. No parece que haya muchos contemplativos… san Juan de la Cruz llega incluso a decir que «ni la mitad de los que se ejercitan en el camino del espíritu lleva dios a la contemplación». Pero él mismo constató que muchos de sus discípulos, en poco tiempo, se abrían al proceso, llegaban a lograrlo. Santa Teresa testimonia que en sus monasterios una gran parte tenía acceso a la contemplación. El doctor místico señala algunos de los obstáculos que impiden ese logro:

 «Muchas almas las cuales comenzando el camino de la virtud y queriéndolas nuestro Señor poner en esta noche oscura para que por ella pasen a la divina unión, ellas no pasan adelante a veces por no querer entrar o no dejarse entrar en ella… a veces por no entenderse… y faltarles guías idóneas y despiertas que las guíen hasta la cumbre… No es porque Dios quiera que haya pocos de estos espíritus levantados, que antes querría que todos fuesen perfectos, sino que hay pocos vasos que sufran tan alta y sufrida obra…»

En otro lugar anima enfáticamente a ir adelante, pues el premio no tiene comparación:

«¡Oh almas creadas para estas grandezas y para ellas llamadas! ¿Qué hacéis, en qué os entretenéis? Vuestras pretensiones son bajezas y vuestras posesiones miserias. ¡Oh miserable ceguera de los ojos de vuestra alma, pues para tanta luz estáis ciegos y para tan grandes voces sordos, no viendo que, en tanto que buscáis grandezas i glorias, os quedáis miserables y bajos, de tantos bienes hechos ignorantes e indignos!»

Ahora bien, ¿cuáles son los ámbitos privilegiados para la contemplación? La respuesta es inmediata: la santísima Humanidad de Cristo. He ahí el campo más a propósito para la contemplación. En la enseñanza del Catecismo encontramos la invitación a buscar este modo simplificado de orar a través de algo tan entrañable como el Dios hecho hombre.

Ricardo Sada; Consejos para la oración mental