Diumenge V Quaresma / B / 2018

 

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Lectura espiritual

 

Simón, hijo de Juan, ¿me amas? (Jn 21,16)

¿Y qué actitud adoptar ante situaciones afectivas que llamamos irregulares? Juzgarlas a partir de la moral, y no de la fuerza de revelación que tienen, quiere decir alejar a esas personas de la Iglesia durante años o quizás para siempre.

En cambio, si el cristianismo es algo que ama y canta el alfabeto de la vida, si tú eres un cristiano así, entonces una alegría luminosa saldrá de ti e irá al mundo como una bendición.

La crisis de fe hoy en el mundo occidental empieza con la crisis del acto humano de creer. ¿Por qué no se cree en Dios? Porque no se cree en el amor ni se confía en las personas. Esto es lo que perjudica la vida.

“[Jesucristo]: Imposible amarte impunemente”. Es imposible amarte y no pagar el precio en moneda de vida. Es imposible amar y permanecer indiferentes, amarte y no entrar en la vida de alguien con las manos llenas de dones. No se trata de emociones, sino de poner vida en las balanzas de la vida.

San Juan, en una de sus expresiones deslumbrantes, escribe: “El que odia a su hermano” es decir, el que no lo ama, “es un homicida” (1Jn 3,15). El que no ama, el que es indiferente es un homicida. No amar equivale a matar. Esto es lo serio de creer en el amor.

Lo contrario del amor no es el odio sino la indiferencia. Esta es la linfa secreta de todo mal. La indiferencia por la que el otro no existe ni siquiera para ti, no cuenta, no vale, no existe.

Cuando pregunto a Pedro, el Señor me pregunta a mí: ¿me amas tú? Solo no puedo responder. ¿Me arde alguna vez el corazón como a los discípulos de Emaús? No soslayemos esta pregunta tras compromisos, agendas o móviles.

Hay quien cree amar a Dios porque no aman a nadie, que se hacen la ilusión de amar a Dios sin amar a los hermanos. Pero Dios no está nunca presente donde falta el amor.

De un pagano se puede hacer un cristiano, / de un pecador, un santo. / Pero de quienes no son nada, / ni paganos ni cristianos, / ni santos ni pecadores, / ni calientes ni fríos, / de ellos, los muertos-vivos, / ¿qué podríamos hacer? (Charles Péguy).

¿Me amas tú? Puedo responder recitando mi acto de fe. Puedo responder: yo te proclamo, te celebro, te anuncio. Pero la pregunta es: ¿me has dado tu carne y tu sangre con un poco de pasión?

Tenemos que volver a enamorarnos. Cuando uno se enamora, parece demente, porque ve a una chica, y toda la cabeza, todo el cuerpo y toda el alma está allí. No hay división. Volver a enamorarnos hoy quiere decir, como sugiere Jesús: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente” (Mt 22,37), es decir, con todo nuestro ser, cuerpo y alma que, traducido para nosotros hoy, significa: deja de amar a Dios como un esclavo.

Todos deberíamos amar a Dios como enamorados. Entonces la vida y la fe se llenarían de sonrisas.

“Toda la ley está precedida por un ‘eres amado’ y seguida por un ‘amarás’. Eres amado, fundamento de la ley; amarás, su cumplimiento. Todo el que desliga la ley de este fundamento amará lo contrario de la vida” (Paul Beauchamp).

Ermes Ronchi: Las preguntas escuetas del Evangelio