DIUMENGE de RAMS / B / 2024

 

   

 

 

 


Una mirada artística a l’Evangeli del Diumenge, un gentilesa de l’Amadeu Bonet, artista.


Lectura Espiritual

LA PESCA
Dios es, aunque los hombres no seamos todavía

La barca se identifica con nuestro yo habitual, que suele moverse en la superficie. El lago, en cambio, es la conciencia, a cuyas profundidades se nos invita a entrar. Meditar, contemplar es echar las redes en el lago de la propia conciencia y esperar.

Para que esta espera sea fructífera y la pesca pueda ser milagrosa, para que encontremos en nuestro interior el tesoro que somos, son precisas tres condiciones.

 Primera: ir en barca con otros (algo que nuestra generación, por ser muy individualista, tiende a olvidar).

Segunda: fiarse de la voz que nos impele a intentarlo una vez más. Porque meditar, contemplar es un acto de respuesta a nuestro ser más profundo. No meditamos, contemplamos, rezamos por iniciativa propia, sino porque escuchamos y obedecemos un imperativo interior. ¿Para qué seguir pescando? Ya hemos echado muchas veces la red y no hemos pescado nada. ¿Para qué seguir rezando? Parece lógico preguntárselo. Ya he practicado la contemplación durante varios meses o incluso años y no ha sucedido ninguna de todas esas maravillas que me auguraban.

 Tercera: la zozobra de la red va precedida por fuerza por esa red vacía y de la consiguiente frustración. El éxito es no sucumbir ante el desaliento del fracaso. Encuentran quienes buscan, pescan quienes perseveran, se descubren quienes arrojan las redes de su atención a su interior. Si la conciencia no se estrecha (la red vacía), no se podrá expandir más tarde (la red repleta). Pero, vacía o llena, la red, la barca y el lago… ¡son siempre los mismos!

 La llamada no es a ser fecundos sino a pescar. La fecundidad viene por añadidura, es el regalo -no el resultado- con que se rinde homenaje a la vida del pescador.

 Lo que se pesca es hermoso porque está vivo.

 Y es sorprendentemente abundante, casi exagerado. No existen las personas iluminadas que sean moderadas, la exageración es la condición del amor.

Lo que se pesca está dentro de nosotros. Somos nosotros, en realidad.

Y, lo más importante: lo que se pesca no es alimento con que saciarnos. Nos nutrimos de la consciencia.

 Todos los meditadores (los contempladores, los rezadores) del mundo sabemos que es dentro, en lo profundo de nosotros mismos, donde nos espera la vida. Sabemos -porque lo hemos visto- que la conciencia es un océano: turbio al principio, claro después, lleno finalmente de peces de todas las formas y colores. Un océano tan oscuro, tan luminoso.

Pablo d’Ors, Biografía de la Luz